martes, 9 de diciembre de 2014

pizza sin champán, 28 de noviembre

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VIERNES, 28 DE NOVIEMBRE DE 2014

Pizza sin champán

Después de la besada en la pizzería Kentucky y el paseo de sus organizadoras por los medios, el efecto Kentucky deja abierta una pregunta sobre la relación entre medios, militancia y las minorías vulneradas que siempre terminan pagando el pato.
 Por Magdalena De Santo
La besada en Kentucky tuvo la maravilla de ser un encuentro público donde una no tiene nombre, ni apellido, sino que es comunidad en caravana. Estás ahí cuerpo a cuerpo para resolver colectivamente, para festejar que no cedemos espacios, que el salón familiar tiene tríos de lenguas, que “tortas sí, pizza no” y que somos quienes podemos consensuar si aceptamos una disculpa o preferimos morfar gratis primero. Lo hermoso de ser parte de “l*s otr*s”; de seguir siendo “ustedes” –como nos dice una y otra vez la empresa– es constatar que no estás sola. Lo potente de vivir en esta vulnerabilidad, en esta extranjería, es hacer de la mierda nuestra noche.

El malestar después del amor

Sin embargo, hace dos semanas que mi ánimo está tirado. Mi cuerpo responde al deber, habla con una radio, con otra, incluso sonríe en la TV como acto reflejo de una biografía feminizada. Algo pesa. El boomerang vocifera: enfermita, machona, ¿por qué provocás? Y todo recae sobre un yo personal y cotidiano; donde el odio diseminado que juntas denunciamos esa noche, parece tener más virulencia cada día y cada noche en la tele y en la calle.
El tratamiento mediático del escrache, lamentablemente, no habla del escrache. Habla de la discriminación o del perdón de Kentucky, no habla de la autogestión, la autoconvocatoria masiva, la capacidad de organizarnos y responder a la violencia con forma de una celebración disidente. Según el grado de progresismo, los medios hacen hincapié en nuestro derecho a ser normales o en lo bien que se portó Kentucky al reconocer su error. Entre los extremos, distintos matices de misoginia: un Tenenbaum en Rock and Pop pregunta si no extraño la pija. Un TN “bien intencionado” se ofrece a cubrir el episodio si no decimos la malísima palabra “escrache”, un Maxi Montenegro que corta la comunicación cuando menciono el dolor que nos provoca los más de tres mil comentarios con lenguaje de odio que siguen a la nota de La Nación “La pizzería Kentucky pidió perdón por echar a una pareja de lesbianas que se estaba besando”. Cuando fuimos a Duro de domar, sabíamos que nos exponíamos a la lógica ligera de la tele pero también que valía la pena poner el cuerpo para mencionar términos como lesbofobia y hacer un llamado a la autogestión. Para nuestra sorpresa, el informe que precedía el debate, mostraba cómo los besos lésbicos son motivo del éxtasis de viejos pajeros y, aun así, al terminar la nota nos pidieron un beso que no supimos negar. Y fuimos carne de cañón, otra vez.

El perdón garpa

Pedir perdón por Facebook “a las personas que se sintieron ofendidas” es de un cinismo supino no sólo por lo vago, impreciso, sino, sobre todo, porque es lesbofóbico. No dice por qué piden perdón y vale aclarar que no nos “sentimos” ofendidas. Nos ofendieron, nos expulsaron, se burlaron, y nos cagaron la cena que pagamos porque nos dimos un beso. Ese perdón vacuo no dice cuál fue el error, habla de “personas” y no del terror que les provoca nuestras identidades, aprovecha la volada para humanizar su empresa en la pantalla.
Si piensan que estamos felices con medidas expulsivas, sepan que no. El encargado está ahora en la calle buscando un nuevo laburo y con más odio en sus venas para desparramar. Eso no nos alegra, nos vulnera. Tampoco alegra que al resto de los empleados se le sumen horas de capacitación para saber trabajar con gente “como nosotras”. Esos pibes trabajan diez horas por día parados y la mayoría está en negro. La mano pizzera es paraguaya y los pies apretados por un calzado muy duro se vuelven empanada de carne picada cada fin de jornada. “¿Por qué no emplean mujeres?”, le pregunté una vez a un mozo. “Los de arriba dicen que como hay muchos paraguayos muy machistas, mejor no mezclarlos con mujeres”, reconoció. Así, a la lesbo-bi-transfobia le sumamos racismo, sexismo y mano de obra explotada. La impotencia no acaba, crece. Y las chongas y las personas trans siguen sin laburo. Sin embargo, en esta marginalidad precaria podemos crear nuevos mundos y horizontes laborales menos violentos. Prefiero estar exiliada de la tierra heterocentrada a claudicar por una muzzarella.

jueves, 27 de noviembre de 2014

¿acá no podemos hacerlo? 14 de noviembre

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VIERNES, 14 DE NOVIEMBRE DE 2014
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¿Acá no podemos hacerlo?

Como arreglamos las bicis fuimos a Los Sabios a cenar. Un jueves, 23.30 hs., está cerrado. Nos peleamos. Una arranca sola a Ladran Sancho. Y la otra la alcanza pedaleando: dejémonos de joder. Vayamos a cenar juntas al Kentucky. Vamos. Ya fue. En silencio nos acomodamos en la barra. Nos clavamos unas porciones y una jarra de birra. Un rato largo ni nos miramos. Hasta que sí. De cerquita. Y nos besamos. Y nos reconciliamos. Cae el mozo para interrumpir con un balbuceo. Finalmente lo dice: que no, no podemos hacerlo más. O nos dejamos de besar o nos tenemos que ir. Lo manda el encargado. Saltamos de las banquetas y vamos a buscar al tipo que tan bien nos había cobrado. El encargado no quiere darnos su nombre: que no le hablemos así, que nadie nos faltó el respeto, que tiene una hermana como nosotras (?), que todo bien pero que esto es un salón familiar. Todos están mirando. Esperamos un librito de quejas que a nadie le importa. ¿Sos rati? El morocho divertido hace una mueca sospechosa. Una pareja de héteros jóvenes se indigna y se besan en solidaridad un rato. Nosotras intentamos pero ya nada es lo mismo. Los chongos de la mesa larga se burlan con risotadas hasta que por fin llega el librito y escribimos la queja pelotuda. Que la discriminación y la inconstitucionalidad y toda la artillería teórica que se desvanece en la lapicera. Firmamos con DNI. La amargura nos arrastra en búsqueda de otra cosa. Y nos vamos al kiosco a comer un chocolate enorme que no quita la impotencia. Feliz diez meses, mi amor.
Esta escena es más o menos lo que pasó. Es lo que pasa todo el tiempo en nuestras vidas. Lo que nos vulnera todo el rato. Pero resulta que tortas, putos, bisexuales, travas y trans amigxs, esta vez, nos agitan a que no podemos dejarla pasar. Y sabemos: no hay leyes ni orgullos que alcancen. Entonces, un día antes de marchar felizmente vamos a repudiar con rabia. A lengüetazo vivo estaremos hasta acalambrarnos. O la que le pinte de nuestros cuerpos disidentes. Están invitad*s.
Marisol Senson y Magdalena De Santo
Besada en Kentucky: hoy a las 22. Av. Corrientes 3599.

sábado, 1 de noviembre de 2014

De carne somos, entrevista. 31 de octubre

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VIERNES, 31 DE OCTUBRE DE 2014
1º DE NOVIEMBRE: DIA INTERNACIONAL DEL VEGANISMO

De carne somos

El veganismo no es una lucha aislada: se encuentra en la misma mesa con el feminismo, con las perspectivas lgbti y queer. El respeto por el cuerpo del animal tal vez sea una de las expresiones más radicales de la desviación. La especialista Mónica Cragnolini señala además un cruce con el destino carnívoro de la nación.
 Por Magdalena De Santo
En la Argentina, entre los años ’90 y el amanecer del muevo milenio se comenzó a popularizar el neologismo “veganismo”, que viene de vegan, palabra británica que también fue un neologismo en los años ’40 para nombrar una escisión en la comunidad vegetariana. Por estos lares hay todo tipo de vegan*s. Los gays y familias pro de San Isidro que compran la cajita más cara porque dice vegan, l*s de rastas que venden panes rellenos, las tortas anarko punks, l*s que comen soja y l*s que no, los que activan contra el imperio de Monsanto, l*s que usan ropa de cuero, l*s que abrevan en la vida saludable a través de la alimentación y el deporte, l*s que quieren supermercados veganos, l*s que reciclan alimentos, l*s que liberan animales de circo con acciones directas, l*s que escrachan a McDonald’s, l*s que usan una retórica de la crueldad y el horror, l*s que escupen el asado y los que prefieren ni ir. ¿Se trata simplemente de no comer animalitos y dormir en paz? “El veganismo no se reduce a una cuestión netamente dietaria –a la no ingesta de carnes, lácteos y sus derivados–; se trata de la empatía con el resto de los vivientes y, con ello, “el rechazo a la utilización del animal como fuerza de trabajo, objeto de experimentación científica y cosmética, elemento para la vestimenta o el entretenimiento (zoológicos, circos, acuarios, rodeos, riñas de gallo, carreras, corridas de toros)”, explicita la Dra. Mónica B. Cragnolini, directora de la Maestría en Estudios Interdisciplinarios de la Subjetividad de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) e investigadora principal del Conicet, dedicada hace tiempo a pensar las cuestiones filosóficas implicadas con animales. Así, uno de los posicionamientos ético-políticos veganos más interesantes está vinculado con el desbaratamiento de la supremacía humana blanca, masculina y heterosexual, basada en el aniquilamiento de la alteridad: “La parrilla signa la fraternidad de los varones que se devoran al otro animal, pero que también se devoran entre ellos, compitiendo para ver ‘quién la tiene más larga’. Creo que el film El asadito de Postiglione lo muestra muy bien”.
¿Cuáles son esos elementos que componen nuestra cultura nacional carnívora?
–Recordemos que “El Matadero” de Esteban Echeverría es uno de los textos fundacionales de nuestra identidad; que se atribuye la invención de la picana al hijo de Leopoldo Lugones, Polo, a partir de algo también propio de los mataderos, que es el aturdimiento por electricidad que se proporciona a los animales; que, en la época de la dictadura cívico–militar, “parrilla” era el lugar en que se aplicaba la picana. Como argentinos, nuestro capital económico, afectivo y simbólico se constituye en torno del sacrificio animal, que es sacrificio del otro (aunque lo neguemos o no queramos verlo). Nuestra “identidad nacional” se constituye desde un esquema sacrificial de lo viviente que está naturalizado y que apenas puede ser cuestionado, sin ser acusado de cipayo. Se lo indica claramente en el Martín Fierro: “Todo bicho que camina va a parar al asador”, pues “cuando la hambre se siente, el hombre le clava el diente a todo lo que se mueve”.
¿Te escuché hablar de carno-falo-logo-centrismo? ¿Qué significa?
–La expresión es de Jacques Derrida, y alude al modo solidario en que en el pensamiento occidental se ha colocado como centro dador de sentido para todo. A un logos (el término alude a razón, medida, palabra, etc.) que se constituye como fundamento, razón, y entonces como figura del padre (falo, soberano) que establece la ley. Y la ley implica el sacrificio de la carne en sentidos varios. Animal somos también todos nosotros desde el punto de vista de aquello que el humanismo ha considerado lo animal: el cuerpo y sus pulsiones. Por eso se considera natural “sacrificar” también el cuerpo del viviente humano “en tanto animal”. Esto se hace evidente en las analogías que se pueden establecer entre el “tratamiento” de los animales y la “trata de personas”.
Anti-especismo: contra el binarismo humano/animal
La industrialización, el comercio y el trato cruel de animales se produce en el marco de una cultura especista, según la cual distingue y clasifica por grupos vivientes en una escala de importancia. Básicamente, la crítica al especismo, término acuñado por Richard Ryder en 1970, reconoce la fuerza antropocéntrica con que interpretamos el mundo: plantea que la separación por especies tiene como fin la supremacía de “lo humano” (blanco, masculino y heterosexual) por sobre todo lo demás. Es decir, las categorizaciones entre “animales humanos” y “animales no humanos”, con sus valoraciones distintas, encierra el objetivo de perpetuar una tiranía: una especie animal vive a razón de explotar, torturar y dar muerte a las otras.
Cualquier práctica anti-especista, por definición, no podría apoyar discriminación, sea dentro o fuera de su misma especie. En este sentido, tal como lo plantea Ryder, sexismo, racismo, clasismo y la homo-lesbo-transfobia serían expresión del mismo modus operandi. Así como l*s human*s someten a otras especies, hacen extensiva esa misma modalidad a l*s de su misma especie. Segregar, valorar, jerarquizar, cosificar y aprovecharse de ciertos grupos es parte de una matriz especista, racista, machista y heterocentrada.
¿Creés que existe algún tipo de vínculo entre el consumo de carne roja con la (hétero) sexualidad y el machismo?
–Carol Adams, autora de La política sexual de la carne, ha trabajado esta problemática, que no atañe sólo a la carne roja sino a todo tipo de carne. Ella muestra cómo la política de género se articula a partir del modo de tratamiento de los animales, y por ello la mujer es considerada, en cierto sentido, “carne al plato”. Antes hablamos del asado, lugar de encuentro que forja la amistad y la “fraternidad” de los hermanos carnívoros (las mujeres generalmente se encargan de las ensaladas), pero en el que se juega la ambivalencia de la culpa de la ingesta sacrificial.
¿Conocés cómo es la trayectoria del activismo vegetariano y vegano en la Argentina? ¿Te considerás una activista?
–Soy vegetariana hace casi cuatro décadas, y conozco tal vez más la trayectoria del activismo vegano del exterior. Creo que en nuestro país la cuestión se ha activado sobre todo en la última década (si bien la UVA está desde el año 2000). No participo de esas organizaciones, pero me considero una activista. Estuvimos también trabajando un par de años con un grupo de filósofos y proteccionistas en un proyecto de ley en torno del tema del animal, a partir de un seminario dictado en Filosofía de la UBA en 2009.
¿De qué se trata ese proyecto de ley?
–Formamos el grupo de trabajo para pensar un proyecto de ley nacional que abarque la cuestión animal in toto (y no sólo los problemas de tenencia responsable de animales de compañía). El principal cuestionamiento a la ley argentina va en la dirección de la consideración del animal como propiedad, y hay que atender a la dificultad de pensar esto en un país que forja su identidad en torno de la explotación agrícolo-ganadera (en la que el animal es visto solamente como elemento útil). Seguimos trabajando en esto.
Todas las luchas van de las mano. Una lucha es toda las luchas. Si no liberamos a los humanos, nunca vas a liberar a los animales. En un mundo vegano distópico donde todo es químico y manipulado, donde hay churrascos de soja, huevos químicos, pancherías veganas, hay también todo tipo de sufrimiento, explotación, manipulación, y un sistema que nos seguirá controlando.
Ariel, activista pacifista, creador de Con Arcoiris Universal (www.arcoirisuniversal.org/), desde donde impulsa nuevos modelos económicos sin lucro.

sábado, 18 de octubre de 2014

Chucha con chucha, esa es la lucha. 17 de octubre

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VIERNES, 17 DE OCTUBRE DE 2014

Chucha con chucha, ésa es la lucha                                 


 Por Magdalena De Santo 
En el escenario, la rubiez y juventud de Rocío Girat se mezcla entre las cholitas que quieren cantar un carnavalito. “¡Que hable Rocío!”, gritan Las Rojas en la ceremonia de apertura del 29º Encuentro Nacional de Mujeres. Entonces Rocío larga un hilo de voz y se quiebra ante nosotras como no lo hizo sentada en la mesa de Mirtha Legrand. Llegan las lágrimas y abrazos que la apachuchan, las banderas que se doblan y las masas rojas se retiran a su única izquierda. Las cholitas siguen esperando. Un micrófono, finalmente, amplifica unas solitarias coplas, sin algarabía popular ni flamantes consignas. En el vacío retumba el agudo final de su plegaria terrenal. Afuera está el sol que pega y las hordas de mujeres que siguen cayendo: miles de desconocidas, otras que no ves tan seguido, las que sí, las que sabías que capaz llegan de Córdoba y Neuquén.
Caen tu jefa, tu alumna y una especial que te besa largo en la boca. Otra grita que es diabética, que le hace mal tanta dulzura.
El Encuentro Nacional de Mujeres es una experiencia caótica en sí misma y entregarse a lo incierto muchas veces atemoriza. Una masa de mujeres muy diferentes, de manera autogestionada y sin aspiraciones resolutivas, nos reunimos con la finalidad de ver qué onda la otra, qué piensa, qué hace, qué pasa en otras provincias. Somos más de 35.000 entregadas al devenir. Pero no quiero pintar un paraíso mujeril sin conflicto. Entre las concurrentes las hay lesbofóbicas, bifóbicas, transfóbicas, sexistas, antifeministas, católicas, milicas, también infantiles y las que viven con mucho miedo. Están las que denuncian todo, las que no saben escuchar ni soportan el deseo ajeno. Si eso es ser mujer, entendí a Wittig. Las discrepancias partidarias también superabundan: las que aman u odian a Trotski, a Mao o Cristina se abren como las aguas de un Moisés no siempre laico. Sin embargo, entre tantas mezcolanza, no veo borrachas o drogadas haciendo estragos, tampoco choreos ni minas que se caguen a piñas. Cinco barrabravas hacen más destrozos que 35 mil de nosotras. Aún así hay proliferación de ratis que salen de debajo de los cactus. Yuta por todos lados: en cada esquina dos o tres gorras. Patrulleros deambulan por las escuelas y entran con disimulo. Gendarmería detiene a cuanto micro puede para que el destino no sea. En cada iglesia salteña las vallas pesadas cubren los rostros del uniforme represivo. Una dice que la ciudad está sitiada.
En el taller de activismo lésbico una torta salteña nos invita a participar de una marcha “para que las tortas de esta ciudad conservadora no se sientan tan solas, para que las tortas de las villas puedan salir sin miedo”. Entonces ahí fuimos. Los milicos civiles deambulaban entre tortillas, empanadas y tamales. En vivo, las cumbias de Las Conchudas, con Sasha en la guitarra, agitan. Allí, la artista trans torta denuncia ante el público que el taller de mujeres trans está último en la nómina de talleres. Para coronar la noche, entre lenguas de mujeres, algunas que armaron sus carpitas para dormir fueron desalojadas por la policía.
Besos lésbicos
Hace tiempo que las distintas comisiones organizadoras, de las distintas localidades, resuelven que el recorrido de la marcha oficial no incluye la Catedral. Esto nuevamente produce una división de aguas, porque algunas sostenemos que el reclamo central de la despenalización del aborto tiene como interlocutor principal el poder clerical. Entonces la marcha se divide. Algunas siguen a la comisión organizadora y otras vamos a decirle a la Iglesia basura que es la dictadura. Por lo general un grupo de extremistas católicos nos recibe tomados de las manos rezando el Ave María. Para nuestra sorpresa, este año, había dos. Sí, sólo dos machirulos. Y una valla que cubría la delantera y el trasero de la Catedral. El aquelarre arcaico, en el que las brujas destetadas empujan y escupen en su catarsis de odio a los católicos no se desarrolló. Pero las fuerzas de seguridad institucional en su presencia magnánima no desactivó toda la rebeldía. Una performer en zancos vestida de Virgen concebida vino a exigir el aborto no punible que la ley nacional le garantiza, otras que saben que la única iglesia que ilumina es la que arde prendieron un fueguito con crucifijos de cajones de verdulería con estampas de odio. También los titulares del diario web Instransigente dicen que un nuevo movimiento lésbico tuvo sexo ahí mismito. En las fotos estoy yo, pero juro no sabía que eso era coger. Le pido perdón a Dios, masculino y singular, por nuestro desconche en Salta. Lo volvería a hacer.

viernes, 3 de octubre de 2014

La guerra de las poses. 3 de octubre

LA GUERRA DE LAS POSES

Dos cuerpos femeninos andan, se mueven, para desencontrarse
 Por Magdalena De Santo

Pelucas rubias y tapados de frondoso peluche no llegan a entrelazarse. Dos mujeres que no. Nunca se llevarán bien aunque lo intenten. Así, junto con otras rivalidades domésticas se presentan metáforas de una feminidad construida por un régimen heterosexual que sólo nos reúne en el desencuentro. Las Hermanas Diamantes, espectáculo de danza teatro, proyecta imágenes en donde la fraternidad entre pares feminizados se fractura, incluso a su propio pesar. Las intérpretes y directoras de Las Hermanas Diamantes, Quío Binnetti y Vanina Goldstein –paradójicamente, dos artistas que se súper entienden en el quehacer espectacular– retornan sobre aquella camaradería que no depende de la sangre sino de esa sonoridad casi inexistente, dirían las feministas clásicas: se arrastran en torno de la dificultad de una genuina comunión entre minas. Las Hermanas Diamantes no logran ni una buena tijereteada, ni mover un mueble, porque superabunda una soberbia supina, una admiración mal dirigida que provoca comparaciones envidiosas. Problematizar el fracaso y la incomunicación entre minas no es una pavada, menos si se logra con belleza visual y musical –destacable trabajo de Andy Menutti–. Sin clichés, la expresión de esos cuerpos iluminados nos lleva a pensar en la competencia de peluquería que el patriarcado nos propició. No es un nuevo cuento de princesas, ni de un reality con Samantha Farjat: se trata de una solidaridad entre presuntos diamantes que se socava por fuerzas sedimentadas. Las Hermanas Diamantes invoca ese involuntario litigio que corta las cintas y lazos de dos mujeres que, en esa imposibilidad indeseada, generan una maquinaria de inmensa retórica pero vacía de palabras. Es la manifestación triste, pero clara, de que aún no estamos pudiendo. l

Sábados a las 21, Pata de Ganso, Pasaje Zelaya 3122

sábado, 13 de septiembre de 2014

Las lesbianas más lindas del mundo, 12 de septiembre

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VIERNES, 12 DE SEPTIEMBRE DE 2014

LAS LESBIANAS MÁS LINDAS DEL MUNDO

“Me gusta leer, tengo un hobby, estoy estudiando y amo a mi familia.” El discurso básico de las Miss bellezas se completa hoy con “¡ah! y soy lesbiana”. ¿Cambió algo o todo lo contrario? La normalización y la inclusión como dos puntos de la misma pasarela.
 Por Magdalena De Santo
Vestidos largos, brillantes, de una sola manga, cuelgan de las perchas de un armario que se supone universal. Es que hace unos días, la nueva Miss España, Yurena Rodríguez, se declaró lesbiana justo antes de ir a competir por el titulo de Miss Universo. Y en una suerte de contagio endémico, Miss Irlanda, Maria Walsh –cualquier similitud con nuestra prócer lésbica nacional es pura coincidencia–, le siguió con la cadencia de sus pasos y se afirmó públicamente en su normalidad lésbica. “Ser lesbiana es ser algo normal”, dijo la irlandesa. Con estas dos salidas del closet simultáneas de Miss bellezas universales –de este universo tan chiquito y occidental– dan ganas de pensar, otra vez, los tráficos y contrabandeos de la lógica de la inclusión.
Reconozco las sinuosas trayectorias de lucha y aun la necesidad de visibilización, sobre todo en los pueblos y en las zonas menos metropolitanos. Pero ubiquémonos en el centro, y miremos desde los privilegios (Sandra Mihanovich ya tiene su programa en TN). ¿Qué espíritu colectivo de contagio puede engendrar que chicas lindas salgan del armario? La snobización de la identidad sexual, en este caso, tiene el tufo de canchereada cool progresista de los creadores del universo de señoritas bellas. Algunx podrá argumentar algo acerca de la plusvalía simbólica que generan estas presencias, de la necesidad de referentes, de las alianzas que se tejen en la comunidad lgbt, de la construcción social lenta y paulatina que está incorporando el deseo entre minas. Pero las identidades no son sólo son sexuales y la opresión hoy se juega, sobre todo, en el universo de las imágenes y la representación. Sabemos que son tortas porque primero son Miss Universo, ésa es su consagración y su éxito. Eso es lo que nos llega. En la misma línea, pienso que las narrativas del coming out en la voz de personas felices y sin fisuras prometen más bien la re-producción de una única imagen de la subjetividad lésbica: estereotípicamente linda.
Desde ya que este contagio de perchas habla de un mundo receptivo, sí, pero también de la cooptación mercantil, de la vida espectacular, genial, súper fascinante y divertida de las lesbianas. Copado. No hay nada que temer: entre lesbianas, un “yo” hermoso y normal recorre la pasarela sin vergüenza, ni dolores. En las escalinatas de Milán, con unos terribles tacazos y una faja cruzando la panza dura de abominables abdominales, se oyen los ecos de una norma harto reconocida: “Podés ser linda, flaca, exitosa y además lesbiana”. Así, mujeres cisexuales hermosamente esculpidas por los cánones, iconos del éxito y la buena vida, figuran como la imagen femenina sin nada que esconder. Ni heroica ni temeraria esta confesión duplicada. Se encuentra sobre las bases de una larga, muy larga, alfombrita roja. Y que se porta con coronita.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Ojo bien cerrado, nota 5 de septiembre

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VIERNES, 5 DE SEPTIEMBRE DE 2014
JAJAJA

EL OJO BIEN CERRADO

Los tabúes hacen del culo un impenetrable objeto de deseo. ¿Qué accidentes y qué mitos guarda en sus profundidades?

El novelista de culto de la Generación X, Chuck Palahniuk, en su ya mítico relato biográfico Gups (“Tripas”), recuerda: “No es una serpiente. Es mi largo intestino, mi colon, arrancado de mi cuerpo. Lo que los doctores llaman prolapso. Mis tripas chupadas por el desagüe”. Entre vísceras, excremento de mantequilla de maní y globos de esperma que flotan en la piscina familiar, el muchacho con trece años casi sucumbe. Chuck Palahniuk se hizo alta paja con la bomba de agua y el resultado fue una disección radical de los intestinos. Así, el escritor gay –conocido por la novela de El club de la pelea– denuncia con gracia su desgracia: pone de manifiesto los tabúes masturbatorios del culo y la hipocresía que gira en torno de ellos. Cuentan que mientras él leía su relato, la audiencia se desmayaba de la impresión. El éxito fue rotundo. Chuck Palahniuk está vivito y coleando; escribe y su prosa distintiva lo llena de guita.
Otra que se llena de guita con su deslucida experiencia del culo es Silvina Luna, a la que se le plastificó la sangre. La venganza de las Barbies le hizo confesar las vicisitudes de un trasero de hule que la lanza a la fama y la perpetúa en los quirófanos.
Con la Luna se cristaliza esa doble moral que dibuja los anillos en torno del ano. Adorados pero impenetrables, a la mayoría de los culos les recaen los mandatos del muñeco Ken: duro pero cerrado. Impermeable, rígido y liso, el ano castrado se admira, pero no se toca. Entre tanto pánico anal persiste su reducción a órgano excretor, su paradójica clausura –no vale entrarle, pero sí vale que salga todo– y una erotización careta. Ello contrae efectos desastrosos, sobre todo para las personas sin injerencia mediática; para la gente que no puede hacer de su experiencia una denuncia poética o una glamorosa victimización en los sillones de Susana.
El hecho es que morimos de vergüenza antes de mostrarnos penetradxs. Y es literal. El 13 de agosto, Crónica publica que Nigel Willis, un británico de 50 años, se introdujo un vibrador en el ano durante una noche de sexo y se perforó el intestino. Estuvo cinco días con el objeto dentro de su organismo. Con mareos y malestar, se negó ir al hospital. Atormentado por el pudor, tuvo una infección generalizada y finalmente murió, según las pericias forenses, con el vibrador dentro. El accidente fue silencioso, su muerte también silenciosa, y así se mantuvo por más de un año. A partir de la judicialización, el caso salió a la luz para convertirse en motivo de chiste y asociaciones con otros mitos de protagonistas anónimxs: a la prima de una amiga se le quedó pegada una salchicha congelada, el hermano de mi jefe se atoró con la tapa del desodorante, un paciente tuvo un contraparto con una lamparita de bajo consumo, el novio de un compañero del gimnasio se abotonó con el cuerpito de una Barbie, o las camillas repletas de pacientes con pepinos y zanahorias incrustadas. Muchas personas, todxs NN. Nadie tiene nombre. Es que parece mejor banalizar los placeres del culo que llorar los muertos de la vergüenza social.
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